'Proceso con Eln será mucho más complejo que el de las Farc'

El padre jesuita Francisco de Roux analiza la situación actual de esa guerrilla.

Foto: El Tiempo
Domingo 03 de Abril del 2016

"Lo que está en juego no es el futuro del presidente Santos, ni el futuro político del expresidente Uribe, ni el futuro del Eln, ni el futuro de las Farc, sino la posibilidad de que podamos vivir como seres humanos".

Con estas palabras, el sacerdote jesuita Francisco de Roux -una de las personas más respetadas en el país por sus posiciones e ideas sobre temas como la inclusión, la igualdad, el campesinado y la paz- abre y cierra esta entrevista, en la que precisa sus puntos de vista sobre la filosofía del Ejército de Liberación Nacional (Eln) a propósito del proceso de paz que, por primera vez en sus 50 años, ha aceptado negociar.

Además de los títulos en Filosofía y Letras de la Universidad Javeriana y Economía de la Universidad de los Andes, se graduó en Teología, tiene un doctorado en Economía de La Sorbona de París y otra maestría en London School of Economics.

De Roux, que vivió 13 años en el Magdalena Medio, conoce como nadie las necesidades sociales y económicas del pueblo de nuestra nación.

¿Qué piensa hoy del Eln?

Es una organización revolucionaria que lucha por una democracia radical socialista, inspirada en la revolución cubana y por elementos cristianos aportados por cuatro sacerdotes que murieron en sus filas; los padres Camilo Torres, Manuel Pérez, Domingo Laín y José Antonio Jiménez.

¿Alguno jesuita?

Ninguno. Nunca ha habido jesuitas en la guerrilla en Colombia. El Eln, además, es un grupo mucho más complejo que las Farc.

¿Complejo en qué sentido?

Mi impresión es que el Eln es en sí mismo un debate vivo en torno a ideas básicas, porque está muy encarnado en las regiones, entre los campesinos, y sus comandantes expresan las necesidades y culturas diferentes de las regiones.

¿La comparación que usted hace entre las Farc y el Eln en qué consiste?

Mi impresión es que las Farc tienen una jefatura vertical unitaria, mientras que en el Eln la autonomía relativa de los comandantes es bien grande. Lo que hay realmente es una coordinación que se consolida en el Comando Central, el Coce, que es elegido dentro de la organización. El Coce garantiza las ejecuciones estratégicas que se definen en congresos.

¿Quiénes son los integrantes del Coce?

Llamaría la atención sobre tres muy relevantes: Nicolás Rodríguez, 'Gabino'; 'Antonio García' y 'Pablo Beltrán'. Otra persona muy importante es 'Pablito', comandante de la estructura de Arauca, Boyacá y Casanare.

¿Cuántos hombres tendrá hoy el Eln?

El Gobierno habla de 1.600 o 1.800 en armas, con capacidad militar para acciones muy agresivas. Pero los 'elenos' son además una organización política con mucha influencia en sectores populares organizados.

¿Qué piensa del acuerdo que se acaba de firmar entre el Gobierno y el Eln?

Me gusta mucho. Primero, porque establece con claridad la determinación de llegar al fin del conflicto armado; segundo, porque el lenguaje del acuerdo es de respeto entre las partes y crea el clima para una negociación que será difícil; tercero, porque se logró la agenda para un proceso diferente al de las Farc, viable para el Eln y con metodología propia, que ha de concluir en una sola paz.

¿Pero en qué lo hace diferente?

La agenda y el método. El primer punto debe definir el método de participación de la sociedad, importantísima para el Eln. El segundo busca la profundización de la democracia para transformar la política. Y el tercer punto plantea proyectos regionales que evidencien que se han puesto en marcha nuevas formas de participación y democracia. El proceso da una relevancia propia a las víctimas.

¿Cómo cree usted que puede participar la sociedad civil?

Me parece que lo más coherente con ellos sería desde lo profundo regional, es decir, a partir de los liderazgos que hay en las veredas, en la base de los municipios.

A partir de liderazgos, dice usted. ¿Liderazgos políticos?

No el actual, porque en su mayoría los líderes políticos actuales en las regiones son varones electorales avalados por los partidos para ganar votos. Y hay que reconstruir la política desde liderazgos sociales profundos que convocan y expresan los derechos de la gente. Durante trece años en el Magdalena Medio, conocí líderes así, que luchaban por los derechos y la autonomía de sus comunidades con una perspectiva de país; que tenían el coraje de confrontar a la guerrilla y a los paramilitares y afirmarse como ciudadanos legales que no reconocían autoridad en los ilegales, al tiempo que exigían protección de sus derechos a las autoridades legítimas. Ese liderazgo ha tenido cerrada su participación a través de la política.

¿Cómo deberían escogerse los representantes de la sociedad civil en los diálogos?

Hay que buscarlos entre las personas que dan confianza en los territorios.

Señáleme un ejemplo para captar mejor su idea.

Mujeres y hombres que lideran proyectos de resistencia civil, de fincas campesinas y mercadeo y crédito popular, de cultura y educación, de mesas de diálogo y lucha contra la minería ilegal, de organizaciones indígenas, afro y campesinas para proteger el territorio.

¿Podría dar algunos nombres?

No lo hago porque no quiero exponerlos. El conflicto todavía vive en Colombia. Mire el paro armado de esta semana. En el país han matado por lo menos 4.000 de estos líderes en los últimos 25 años. Personas que no estaban en la guerra. En el Magdalena Medio mataron a 27 compañeros nuestros de esta calidad.

¿El Eln conoce estos liderazgos en las regiones?

Conoce de esas personas en los territorios donde opera, y las relaciones son diversificadas porque estos liderazgos protegen la autonomía de las comunidades, y porque también el Eln promueve liderazgos políticos vinculados con ellos. Pero sobre todo la sociedad local conoce quienes son las personas en las que puede confiar, que luchan por la vida de todos y por mantenerse libres de la guerra y de la corrupción.

¿Usted cree que los partidos no representan a la sociedad civil?

No. No la representan. Tal como existen, son empresas de votos y de control de los bienes públicos para continuar sus empresas. Y, paradójicamente, parte de la tarea que requiere la paz es la dignificación de la política y la transformación de esos aparatos de nuestra tradición partidista.

¿Cree que los partidos están ya demasiado contaminados de corrupción?

En Colombia hay una inmensa corrupción y esta se profundizó en los territorios de la guerra donde la administración y las elecciones se subordinaron a los grupos ilegales y a las mafias, con el aval de los partidos para recaudar votos. Pero estoy convencido de que la presencia en lo público de los liderazgos de las sociedades regionales, que incluye a gestores populares, culturales, empresariales, puede transformar la política y a los partidos.

Ante un escenario tan difícil como este que usted expone, ¿qué se debe hacer para la construcción de la paz?

La construcción hay que hacerla a partir de las personas significativas en los territorios, pero no se puede excluir completamente a la clase política, porque es la única forma de transfórmala. Mire: ojalá Rafael Pardo, que es un magnífico ministro para las acciones que siguen a los acuerdos, no vaya a entregarles los recursos de la paz a las burocracias políticas de las regiones del conflicto. Que esas burocracias sigan manejando a su manera las transferencias municipales, pero los recursos de la paz no.

Estos son los dineros para un periodo largo, de por lo menos 15 años, que tienen que reconciliar a las regiones, incorporar a los que salen de la guerra, cambiar las formas de participación, hacer proyectos que correspondan a cambios estructurales. Estos recursos deberían ser manejados por entidades mixtas; básicamente de liderazgos locales y una participación menor de algunos miembros de burocracias políticas altamente reconocidos por su limpieza y por su integridad, para que las transformaciones sean posibles.

¿Qué riesgos graves le ve usted hoy al proceso de paz que comienza con el Eln?

Que es un proceso mucho más complejo que el de las Farc. Primero por el debate interno dentro del Eln, que ha tomado una decisión colectiva de paz pero no va a suspender sus discusiones internas. Segundo, por las autonomías relativas de los comandantes locales, que es como me explico que un frente local haya exigido dinero por el crimen del secuestro de Ramón Cabrales mientras al parecer se había dado la orden de entregarlo sin cobrar nada. Hay que garantizar formas de participación de la sociedad civil, para que participe toda la sociedad a partir de las regiones, y no solo los partidarios del Eln porque entonces no vamos a nada.

¿El Eln aceptará que un cambio estructural en el país no puede ser inmediato?

La exigencia de cambios estructurales inmediatos puede ser otra dificultad si el Eln insiste en ello. Porque la paz tiene dos momentos distintos: uno es el peacemaking, hacer la paz, en el que no se hacen transformaciones estructurales porque en la mesa de diálogo no hay una representación de toda la Nación que permita legítimamente cambiar la Constitución o cambiar el modelo económico, o las leyes del país. Luego, terminada la guerra, excluidas las armas de la política, viene el peacebuilding, la construcción de la paz, que es el momento de cambios estructurales emprendidos por la participación democrática de todos los colombianos, cambios que tienen que ser muy hondos para garantizar la sostenibilidad de la paz.

¿De qué cambios estructurales estamos hablando?

Para que me entienda lo de cambios estructurales, mire las listas en Google: estamos entre los diez países más corruptos del mundo, más inequitativos del mundo, con más impunidad en mundo. Hoy otra vez somos primer productor mundial de coca, somos uno de los países más destructores del medioambiente, siendo el primero del mundo en páramos y el segundo en ecosistemas. Es decir, hay que hacer cambios estructurales muy serios, pero eso no es para hacerlo en la mesa de negociaciones. En ella, se deben establecer las condiciones para dejar la guerra que nos destruye como comunidad humana; luego vendrá el debate democrático, participativo, para los cambios que esa paz reclama para consolidarse.

¿Cuáles son las ventajas del acuerdo?

La determinación de acabar con la lucha armada en este país y de la presencia de las armas en la política, y esto tenemos que protegerlo los que estamos interesados en la paz; es una posición que nunca había tomado el Eln con tanta determinación y acordada con el Gobierno.

¿Cree que sí estamos próximos a ponerle fin a la violencia?

Estamos próximos a romper el ojo del huracán, que es matarnos por la guerra política. Contrariamente a lo que mucha gente piensa en Colombia, en el sentido de que los guerrilleros son simplemente bandidos que están detrás de la coca y que están llenos de plata, cuando uno conversa a fondo con los líderes guerrilleros se encuentran con que allí ha habido una opción de conciencia, de personas que piensan que la clase dirigente del país es enemiga del pueblo y toman la decisión de luchar contra eso aunque los maten, para que las cosas cambien. Los que no compartimos esa opción tenemos, sin embargo, que reconocer que existe. Y que el camino es el diálogo para persuadir a los que tienen las armas, de lado y lado, de que nosotros no tenemos que matarnos para conseguir una sociedad reconciliada y justa. Y que entre más nos demoremos en parar la guerra más demoraremos el inicio de las transformaciones necesarias. Eso es lo que se está consiguiendo en La Habana y se espera con el Eln.

¿Este choque del presidente Santos y el expresidente Uribe hará imposible la paz?

Lo que está en juego no es el futuro del presidente Santos, ni el futuro político del expresidente Uribe, ni el futuro del Eln, ni el futuro de las Farc, sino la posibilidad de que nosotros podamos vivir como seres humanos.

YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO