Hugo Rodallega: una hazaña a lo Beckenbauer para ganar la décima estrella de Santa Fe | Entrevista de Yamid Amat




















Una campaña de sectores de extrema derecha y de extrema izquierda,  “para incendiar el país y desestabilizarlo”, está en ejecución, según  denuncia del ministro del Interior, Fernando Carrillo. Notifica: “Vamos a  impedir esos intentos”.
 Revela además que existen sectores de derecha que atacan el proceso de paz, “en busca de réditos electorales”.
 Carrillo denuncia que sectores de la guerrilla quieren convertir al  Catatumbo en “una sucursal de La Habana” y notifica que el Gobierno no  lo va a permitir.
 Se declara, por otra parte, partidario de “meterle más regiones al gabinete y más gabinete a las regiones”.
 “El Catatumbo parece como si fuera un laboratorio de guerra que hay  que convertir en un laboratorio de paz –dice–. Allí se mezclan de manera  explosiva todos los agentes violentos que están en esa región:  guerrilla, paramilitares, narcotráfico, bandas criminales y, obviamente,  pobreza y abandono, que es, en cierta medida, una deuda social del  Estado como tal, por décadas, con una población que ha estado al margen  del desarrollo. Impediremos los intentos extremistas de incendiar el  país, con respuestas sociales efectivas cuando sean legítimas las  pretensiones”.
 ¿Cómo es eso? ¿Quién o quiénes quieren incendiar al país?
 La extrema izquierda, con la teoría de que el Presidente asume  actitudes de violador de los derechos humanos, como se dijo frente a las  primeras acciones de la Fuerza Pública en Catatumbo; y la extrema  derecha, tratando de vender la imagen de que el Presidente es blando  ante los violentos. Pretenden ubicarlo en los extremos, y eso indica que  estamos en el justo medio. Para el Gobierno, propósitos son la justicia  social, las víctimas y la paz, pero los extremos se están uniendo para  tratar de deslegitimar la acción gubernamental y generar un caos  generalizado en el orden público. Fracasarán en ese intento. Ya  conocemos su estrategia, tenemos argumentos, instrumentos legales y  herramientas sociales para impedirlo.
 ¿Pero qué tan grave o peligrosa ve usted la situación?
 En el Catatumbo, los actores armados ilegales apuestan por incidir en  el proceso de La Habana, y eso no lo vamos a permitir. Los reclamos  sociales son válidos, pero rechazamos el uso que de estos pretenden  hacer los actores armados.
 Pero las reclamaciones que se hacen son fundamentalmente de carácter social…
 No. El diálogo con los campesinos tiene que darse, ciertamente, en  función de las necesidades y las demandas sociales, pero no es aceptable  traer una agenda política, coincidente y aplaudida desde La Habana, a  un diálogo con campesinos. La protesta social, lamentablemente, ha sido  históricamente vulnerada por los actores armados ilegales, quienes la  aprovechan para tratar de lograr objetivos de carácter político  electoral. Reitero que se está tratando infructuosamente de incendiar al  país antes de las elecciones para ganar votos e incidir en la mesa de  La Habana.
 ¿Y cuál es, en su opinión, el objetivo final? ¿Atajar una eventual reelección?
 Quieren atajar las reformas sociales que no les convienen ni a la  extrema derecha ni a la extrema izquierda. La primera cree que es una  agenda de izquierda muy cercana a la guerrilla y la segunda, que el  Presidente les está rapando sus banderas sobre el reajuste social que el  país necesita. Estamos comprometidos con una agenda social. Hay una  franca actitud de la derecha contra la búsqueda de la paz. Dice la  derecha que por buscarla, se ha bajado la guardia. Todo lo contrario:  aumenta la presencia y el uso legítimo de la Fuerza Pública, y los  resultados son contundentes. El Gobierno respeta la protesta social  porque es legítima, pero rechaza los bloqueos y la violencia. Es  ilegítimo el uso político de la protesta social para fines electorales,  que es lo que se está cocinando en este momento.
 ¿Diría usted que se trata de una acción para atajar al Presidente?
 Quieren atajar el proceso de paz. Son disparos desde diferentes  bandos. La extrema derecha, por ejemplo, ha montado como argumento  dizque la impunidad. En el caso de la extrema izquierda, acusan al  Gobierno de no tener la capacidad de hacer las reformas sociales que  ellos sí podrían. Por eso tratan de radicalizar la agenda política. La  petición de la constituyente, por ejemplo, une a la extrema izquierda y  la extrema derecha. Y hay que subrayar que el país no la necesita, ni el  Presidente la reclama, porque no quiere perpetuarse en el poder, ni  necesita una constitución de bolsillo. La Constitución del 91 está hoy  más viva que nunca.
 El Partido Conservador decidió lanzar una campaña anunciando  que apoya la paz pero “sin impunidad”. ¿El conservatismo es la extrema  derecha a la que usted se refiere?
 No. La paz –el Presidente lo ha dicho muchas veces– no supone ni va a  implicar impunidad. Requiere sí unos sistemas de justicia transicional.  Lo curioso es que todos estos embates contra la negociación se hacen  cuando ni siquiera se ha comenzado a discutir ese punto en La Habana.  Las partes no han hablado sobre la situación jurídica de quienes  eventualmente firmen los acuerdos, y los enemigos de la paz ya hablan de  impunidad.
 El Partido Conservador sigue firme con la paz, pero algunos de sus  militantes mantienen dudas sobre el proceso y el tema de la impunidad.  Es claro que ha comenzado una especie de delimitación de lo que van a  ser las reglas de juego de la campaña electoral. Es fijar posiciones con  un argumento de campaña frente al proceso de paz. Lo importante es  mirar quiénes son los que están del lado del proceso de paz y quiénes  no, y cuáles son los propósitos de uno y otro lado. Es evidente que toda  la gasolina que se le está echando a la hoguera social en este momento  apunta directamente a atacar la agenda social del Gobierno y al proceso  de paz. Y la respuesta categórica es: no habrá impunidad. En la última  sesión del Congreso, un senador conservador dijo que el presidente  Santos iba a ser el candidato de las Farc. Esa acusación es delirante.  Pero esa posición no representa al conjunto del Partido Conservador.
 ¿A qué adjudica semejante afirmación?
 Sobrevive en algunos un fanatismo injustificado. Hay un sector que  quiere perpetuar los escenarios de la guerra. En Colombia, los  conflictos van a continuar, pero cambiaremos la manera de resolverlos.  Lo que hay que terminar es el conflicto armado. Repito: están tratando  de crearnos aquí espacios paralelos a La Habana, estimulando falsas  hipótesis de diálogos regionales, cuando el único escenario de debate,  de acuerdo con las reglas que se fijaron, es La Habana y no el  Catatumbo. No se perderá el rumbo de la negociación, ni del orden  público.
 Sobre el tema de la impunidad, ¿no hay cierta contradicción al afirmar que no la habrá, pero que tampoco habrá cárcel?
 La justicia transicional prevé mecanismos distintos de las penas  tradicionales. Los delitos de lesa humanidad serán castigados. Algún  tipo de justicia transicional se pondrá en marcha, como ha sucedido en  otros procesos exitosos de paz en el mundo. En este tema hay que ser  contundentes: en el marco de un proceso de paz, la impunidad se mide es  según el grado de satisfacción de los derechos de las víctimas, y ello  requiere una visión integral. No podemos concentrarnos únicamente en los  victimarios. Las víctimas tienen toda la atención, ahora y en el  posconflicto. Este gobierno sacó de la gaveta del olvido a las víctimas;  son el eje de su política de paz; son actores del presente y  protagonistas del futuro de reconciliación.
 ¿Penas, como cuáles?
 Es muy rica toda la doctrina penal internacional en ese sentido.
 En resumen, ¿para qué cree usted que se quiere incendiar al país?
 Primero para intentar desestabilizar; segundo, para tratar de  demostrar que no se está al mando de la situación y, tercero, para  buscar réditos electorales.
 Mejor dicho, ¿usted dice: “Comenzó el gran embate contra el presidente Santos”?
 Es típico de los procesos electorales. Esta vez, en el marco de un  proceso de paz y atacando la política social más ambiciosa de los  últimos años. Las protestas sociales corren el peligro de estar  infiltradas por actores armados ilegales. Lo impediremos a toda costa.  Insisto, sí, en que respetamos la protesta social legítima y reconocemos  las voces de auténticos líderes sociales.
 Pero, los líderes del movimiento agrario, que representan  algunos sectores –cafetero, lechero, cacaotero–, que anuncian el paro  para el 16 de agosto, afirman, con un sector de camioneros, que no son  extremistas ni están infiltrados, sino que su lucha es legítima y actúan  en nombre de sectores maltratados.
 Esa es precisamente la distinción que se debe hacer: hay unas  organizaciones que tienen unas pretensiones legítimas de carácter  social, con las que nos sentamos a discutir y ofrecer soluciones  sociales. La lucha campesina es totalmente legítima; el problema es  cuando esos movimientos son irrespetados por los actores armados, que  pretenden infiltrarlos con propósitos electorales, que es lo que se está  viendo.
 ¿En el caso de los cafeteros, qué es legítimo y qué es ilegal?
 El Gobierno ha cumplido los acuerdos a cabalidad. Lo ilegal es la  infiltración, la amenaza de paro, los bloqueos, el desorden, las  asonadas. Se puede protestar sin acudir a los bloqueos. Ahí hay intentos  de ganar réditos electorales por actores políticos, como se ha venido  denunciando en los últimos días. Creemos que los cultivadores son gente  pacifista. Muchos de quienes instigan su descontento quieren recoger una  buena cosecha electoral.
 Alegan que el Programa de Ingreso al Caficultor (PIC) no se cumple. ¿Es así?
 Sí se ha cumplido, al igual que con el tema de las importaciones y  los subsidios. En el caso puntual del PIC, pudo presentarse alguna  demora, mientras se creaba un sistema que impidiera el fraude, del cual  se habla mucho en estos días. Además, muchos quieren que se les pague  prácticamente contra la entrega de la cédula cafetera, y eso no puede  ser así. Ellos sostienen que no le ha llegado a la mayoría de la gente, y  eso es lo que hay que verificar.
 Sobre el Eln: ¿la liberación del cabo Carlos Fabián Huertas abre el diálogo?
 Es un gesto que valoramos. Como lo ha señalado el presidente Santos,  con la liberación de secuestrados, el Eln avanza en la dirección  correcta. Esperamos la liberación de todos y el anuncio de que  abandonarán esa práctica. Ahí sí podría iniciarse la construcción de un  escenario para el diálogo.
 ¿Distinto al de La Habana?
 Totalmente distinto; un espacio paralelo una vez se cumplan las condiciones.
 A estas alturas del Gobierno y con la experiencia que tiene  usted como miembro del mismo, ¿cree que 4 años son o no suficientes para  redondear una gestión?
 Ese es un debate fundamentalmente académico y no un debate práctico  en este momento. La reelección es una opción, no es una obsesión del  Presidente, y es un tema de su fuero interno.
 ¿Usted, como ciudadano, es partidario de que él aspire a la reelección?
 Hay una agenda social y de reconciliación que el país necesita que se  mantenga. Es una tríada que debe seguir: justicia social, reparación a  las víctimas y búsqueda de la paz. Todo ello garantizará que sea posible  un país justo, moderno y seguro.
 ¿Cree que él debe aspirar a terminar su agenda?
 Hay que reelegir la agenda del Presidente. Su eventual reelección es una decisión de la cual el país está atento.
 Usted habló hace poco de “desbogotanizar” el gabinete. ¿Se  debería hacer en esta celebración de un nuevo año de gobierno esa  corrección?
 Esa es una decisión del Presidente. Creo que hay que darles mayor  participación a las regiones y desbogotanizar las políticas públicas.  Ese debería ser el cambio de política que tendría que hacer el Gobierno:  hay que meterles gabinete a las regiones y regiones al gabinete.
 La percepción es la de que no hay una fogosa, activa, representación regional…
 Sí, lo que supone que hay que romperle la vértebra al centralismo.
 ¿Usted es partidario de que el Presidente revise la estructura de su gabinete?
 Ya ha dado la orden de que los ministros tienen que estar, escuchar,  viajar a las regiones. La representación de las regiones es fundamental.
 ¿Usted de dónde es?
 Soy bogotano y recorro todas las semanas las regiones.
 YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO